El término arquitecto proviene del latín architectus y este del griego antiguo ἀρχιτέκτων (architéktōn), que significa literalmente el primero de la obra, es decir, el máximo responsable de una obra.
«Y llamo arquitecto al que con un arte, método seguro, maravilloso, mediante el pensamiento y la invención, es capaz de concebir y realizar mediante la ejecución todas aquellas obras que, por medio del movimiento de las grandes masas y de la conjunción y acomodación de los cuerpos, pueden adaptarse a la máxima belleza de los usos de los hombres»
La existencia de la profesión de arquitecto está documentada desde hace siglos con las primeras Pirámides de Egipto. Se tiene constancia de las normas legales que regulan su desempeño desde hace 37 siglos y de títulos que acreditan para tal ejercicio, desde hace 26.
Un arquitecto debe conocer los diversos sistemas constructivos, los materiales y las técnicas para dar respuesta a los requisitos del cliente, o las necesidades sociales, y cumplir las diferentes normativas para que la construcción pueda ajustarse a unos plazos y costos razonables.
La esencia del arquitecto es, además de cumplir con todo lo anterior, que su obra busque el trascender la simple ejecución para conseguir un objetivo más elevado, un "dar sentido" a la obra, de modo que ésta otorgue al habitar dimensiones o facetas del lugar, de la finalidad y de la belleza que existían, pero que no se vislumbraron al momento de su encargo.
El arquitecto debe de manejar tanto como la perspectiva y la sensación adecuadamente, debe de lograr de satisfacer con su proyecto las necesidades de confort en el usuario.
La profesión del arquitecto requiere una sólida formación técnica y artística y un sano juicio práctico, y deben ser ejercidos a la vez y en todo momento, dadas las implicaciones económicas, técnicas y de seguridad que en ocasiones conllevan sus decisiones.