Por lo general se suele entender que la armonía hace referencia al aspecto «vertical» (notas simultáneas, que en la partitura se escriben una sobre otra) de la música, que se distingue del aspecto «horizontal» (la melodía, formada por la sucesión de notas, que se escriben una detrás de otra).
El término « armonía » deriva del griego ἁρμονία (la diosa Harmonía), que significa ‘acuerdo, concordancia’ y este del verbo ἁρμόζω (harmozo): ‘ajustarse, conectarse’.
Sin embargo, el término no se utilizaba en su acepción actual de armonía polifónica (relación ordenada entre varias melodías superpuestas, formando un todo que mantiene cierta autonomía respecto de cada una de las partes), ya que la ejecución simultánea de notas distintas (exceptuando las octavas, que el oído humano percibe como idénticas) no formó parte de la práctica musical de Occidente hasta entrada la Edad Media.
Las definiciones habituales de la armonía suelen describirla como la « ciencia que enseña a constituir los acordes y que sugiere la manera de combinarlos de la forma más equilibrada, consiguiendo así sensaciones de relajación, sosiego ( armonía consonante), o de tensión y vibraciones hirientes ( armonía disonante o dispuesta)».
Esta diferencia entre sonidos «consonantes» y «disonantes» tiene una base acústica: todo sonido incluye dentro de sí a varios sonidos que suenan con menor volumen (el original sería la nota «fundamental» y los menores, sus «armónicos»). Cuando la combinación de diversos sonidos incluye a varias notas que son armónicos de la misma fundamental, tales combinaciones serán percibidas como «consonantes». Este interés por relacionar los conceptos de consonancia y disonancia con la naturaleza provienen, en su codificación académica, del siglo XX, y del marco cultural del positivismo. Los autores positivistas, como Helmholtz, trataron de explicar estos conceptos de consonancia y disonancia —los cuales resultan fundamentales para el estudio del estilo musical— a partir de la física del sonido con los mismos presupuestos que los biólogos, físicos y demás científicos de su época: la idea de que existía una base científica en la naturaleza que podía ser descubierta y aprovechada para el beneficio y progreso de la humanidad.
Ahora bien, en la percepción humana no sólo intervienen factores físicos, sino también (y sobre todo) factores culturales. Lo que un hombre del siglo XV percibía como consonante, puede sonar estridente para uno del siglo XXI, y una combinación de sonidos que sugiere una sensación de reposo a un japonés puede no sugerírsela a un mexicano.