El arado o aradro (del latín aratrum) es una herramienta de labranza utilizada en la agricultura para abrir surcos en la tierra y remover el suelo antes de sembrar. Arar aumenta la porosidad, lo que favorece el crecimiento de las plantas, aunque al remover el suelo se pierde agua por evaporación y algo de suelo por erosión, y las eventuales lluvias lavan los nutrientes y abonos que puedan haberse aplicado al suelo, generando pérdidas. Debido a estas limitaciones, hacia principios del siglo XXI se fue difundiendo la siembra directa, el cultivo de las plantas sin labranza del suelo.
Se puede considerar al arado como la evolución del pico y de la azada. Su uso se documenta en Mesopotamia desde el 4º milenio a.C. En su origen el arado era traccionado por personas y posteriormente por animales (principalmente bueyes o mulas y en algunas zonas por caballos ). En un principio consistió en una sola pieza de madera (básicamente una rama con la forma más o menos adecuada) que en su evolución llegó a contar de hasta cinco piezas, aunque en su forma básica estaba compuesto de tres elementos esenciales:
el dental (inglés share, francés sep) es la pieza central y oblicua con referencia al suelo provista de una reja generalmente de hierro que entra en contacto con aquél y remueve la tierra.
el timón (inglés draft-pole, francés age o haie) es la pieza frontal del arado que se prolonga hacia el frente y unida al tiro por medio de un yugo transmite la tracción.
la esteva o mancera (inglés stilt, francés mancheron) consiste en una pieza de madera situada en la parte posterior que permite guiar el arado y ejercer presión en el terreno.
Las diferentes tipologías de los arados se conforman alrededor de estos tres elementos esenciales. Estos elementos no fueron siempre independientes, sino que o bien la esteva y dental formaban una única pieza a la que se fijaba un timón recto, o bien dental y timón constituían una sola pieza con forma de gancho ( cama ) a la que se le unía la esteva.