También se denomina inmersión cuando se pone en contacto al aprendiz durante muchas horas de la jornada con la lengua que se quiere dominar, aunque no esté en la comunidad que la tiene como lengua materna. Por ejemplo, en la escuela catalana la inmersión lingüística se ha acontecido por el hecho de convertir el catalán en lengua vehicular de la enseñanza, de forma que la mayoría de materias se imparten en este idioma. Esta inmersión garantiza un conocimiento suficiente del catalán aunque los alumnos hablen otros idiomas fuera de la escuela.
Los programas de inmersión varían de un país o región ya que los contextos donde se desarrollan son muy diferentes debido, por ejemplo, a los conflictos lingüísticos, antecedentes históricos, la política lingüística o la opinión pública. Asimismo, los programas de inmersión educativa escolar tienen varios formatos que se deciden al diseñar su planificación. Los posibles factores que vertebran los formatos de los proyectos de inmersión pueden ser: el tiempo de clase dedicado a la segunda lengua, edad del estudiante, asignaturas impartidas, el programa curricular que imparten los profesores...
El método opuesto a la inmersión lingüística es la sumersión lingüística que recurre a «programas vehiculados a través de la lengua y cultura dominante, sin presencia alguna de la primera lengua del estudiante » y cuyo objetivo es «la asimilación de la lengua mayoritaria, y la pérdida de la propia lengua y cultura ».
La realidad social, distribución territorial y política de muchas de las lenguas que se hablan en el mundo y los crecientes flujos migratorios de la población demuestran la necesidad a las personas para cada vez más ser competentes en varias lenguas para desarrollarse en sus contextos sociales. Esta realidad ha hecho plantear a los estudiosos de psicología y de pedagogía, desde los inicios del siglo XX, la naturaleza y las posibilidades de la educación bilingüe.